Señora: Hola. Quiero cambiar esta agenda del principito.
Encargada de caja: Claro ¿cuál es el motivo?
S: Es que fue un regalo y no le gustó.
E: De acuerdo ¿tiene el ticket?
S: Sí (busca entre varios pales de su cartera) aquí está.
E: Mire, sólo que hay un detalle, su compra tiene más de un mes. Por políticas de la empresa no podemos realizarle el cambio ya que sólo tiene treinta días a partir de la compra.
S: ¿Pero cómo? ¿Por qué? Háblale al encargado.
E: Claro, permítame un momento. (Va por la encargada del material de papelería y audiovisuales)
M: (A la encarga de de caja) No hay cambio pero yo se lo digo. (A la señora) Dígame señora ¿en qué puedo ayudarle?
S: Quiero cambiar esta agenda del Principito por esta otra (la muestra).
M: De acurdo, sólo que no puedo hacerle el cambio porque su ticket ya expiró y por políticas de la empresa no podemos hacer el cambio.
S: ¿Me estás diciendo que tire mi agenda? A mi no me sirve, no la quiero. Dime qué hago. Dime, qué voy a hacer si a quien se lo regalé no lo quiere. ¿O qué? ¿Si no te hubiera mostrado el ticket me haces el cambio sin problema?
M: No, en ese caso ni considerándolo podemos hacer algo.
S: Pero dime (comienza a llorar) son seiscientos pesos tirados a la basura, dime algo ¿quién lee los tickets? (incrementa su llanto).
M: (Molesta) Ya, hazle el cambio, con personas así no es posible tratar.
E: Claro. Haciendo el cambio son veinte pesos de diferencia.
S: (Sonriendo, sin lágrimas ni restos del sollozo). Perdón por el drama pero sólo así. Si hubiera sido Sanborns no se habría tenido que llegar a esto.